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domingo, 14 de noviembre de 2010

Capítulo 5

Observé cómo se iba alejando poco a poco. Entré a la casa y, entre mi madre y yo, colocamos cada cosa en su lugar. Al terminar, preparamos el almuerzo y comimos los tres juntos. Mi padre, había terminado de arreglar la piscina y la acababa de pintar, tan solo quedaba esperar a que se secara para poder llenarla.

- Esta tarde iremos a casa de unos amigos – me comentó mi madre.
- ¿De quienes? – pregunté curiosa.
- Brenda y Adam. Harán una fiesta y quieren que vayamos.
- ¿A qué hora será?
- A las ocho.
- Vale, ¿podré ir a dar una vuelta un rato antes de ir?
- Mientras estés aquí a las siete.
- Sí, aquí estaré.

Terminé de almorzar y subí a mi habitación. Cogí mi bolso, metí la cámara dentro y salí sin tener rumbo alguno. Caminé hasta llegar cerca del supermercado, en el que había estado por la mañana, pasé al lado y continué todo recto hasta llegar a la plaza. En ella, había algunas tiendas y una cafetería. Entré en ésta y me compré un helado pues, hacía bastante calor. Al salir, observé a los niños jugando en la plaza. Adoraba mirar a los niños pequeños divirtiéndose, jugando unos con otros, sin preocuparse de nada. Tan inocentes. Seguí caminando mientras saboreaba mi helado de chocolate, llegué a un pequeño parque, el cual tenía columpios para los niños pero, seguía un camino en el que había mesas para ir a merendar. Me senté en un banco y comencé a hacer fotos a lo que veía a mí alrededor. La mezcla que había entre los árboles, el cielo despejado y los columpios, eran una imagen perfecta para plasmar. Al terminar de hacer un par de ellas, comencé a ver el resultado, sin acordarme de que conservaba aún fotos de mi última salida con mis amigos. Tenía que meterlas de una vez en el ordenador. El ver sus caras, me hizo pensar en ellos. ¿Estarían ahora todos juntos? Para conseguir una respuesta, llamé a Eva.

- ¿Hola? – escuché su voz.
- ¡Hola, Eva!
- ¡Ashley! ¿Cómo estás? ¿Qué tal el viaje?
- Bien, todo bien.
- No te llamé ayer porque sabía que llegarías tarde, y estarías cansada.
- No te preocupes. Todo está bien.
- Y, ¿qué tal la casa?
- ¡Me encanta! Es enorme. Anoche cuando llegué saqué todo de la maleta y lo coloqué y, ya esta mañana, comenzamos a limpiar un poco. Yo fui a hacer la compra y eso… mientras mi padre arreglaba y pintaba un poco la piscina.
- ¿Tienes piscina?
- ¡Sí! Es impresionante. No sé cómo no podía acordarme de cómo era mi antigua casa, si es increíble.
- Pues me alegro de que te guste.
- Sí, algo que me gusta…
- Bueno, no llevas ni un día.
- Ya... y esta tarde tengo una fiesta en casa de unos amigos de mis padres.
- Pues pásatelo bien.
- Gracias. Bueno y, ¿por allí? ¿qué tal todos?
- Bien, estuve hace un rato con Alice, y esta noche iremos todos al cine. Vamos a extrañar tu presencia.
- Y yo la de ustedes, pero bueno… el tiempo pasa rápido. Bueno, Eva, me tengo que ir. Que tengo que volver a la casa. Ya hablamos, les quiero. Saludos a todos.
- Vale, igualmente. Adiós.

Colgué y miré la hora, iban a ser las siete, por lo que regresé como mi madre me había dicho. Una vez allí, me dirigí hacia mi habitación para elegir qué ponerme. Me decanté por unos vaqueros cortos y una camiseta azul con algún que otro dibujo; me puse unos zapatos blancos con tacón, una chaquetilla del mismo color y cogí mi bolso. El pelo me lo dejé suelto y me hice la raya en los ojos. Cuando estuve lista, avisé a mis padres de que estaría en el jardín. Me senté en el sillón columpio a escuchar música. Mientras me balanceaba, cerré mis ojos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 4

A la mañana siguiente, estuve ayudando a mis padres a recoger y limpiar la casa. Cuando terminamos en el interior, mi padre se puso a arreglar la piscina, para luego llenarla. Mientras, mi madre me hizo una lista para ir a comprar al supermercado, el cual no se encontraba muy lejos. Al llegar de madrugada, no habíamos podido comprar nada y, no teníamos nada de comida.
Por suerte, unos amigos habían dejado algo para poder desayunar.

- Esto es lo que tienes que comprar, si ves algo que te apetezca, cógelo, pero no te pases – advirtió mi madre.
- Tranquila, no me apetece nada.
- Bueno, ve con cuidado.
- Sí… Hasta ahora.
- Hasta ahora.

Salí de mi casa y seguí las indicaciones de mi madre. Tomé el camino hacia la derecha y seguí todo recto hasta salir de aquel conjunto de casas. Bajé hacia la calle siguiente y, un poco más adelante, encontré el supermercado. Una vez dentro, cogí un carro y saqué la lista que me había dado mi madre. Fui por cada pasillo cogiendo todo lo que estaba apuntado. Finalmente, fui a buscar el pan para el almuerzo y me dirigí a la caja. Una vez pagué comencé a meter todo en las bolsas, no sabía muy bien cómo iba a conseguir llevar todo eso a la casa, pero cogí todas las bolsas y comencé a caminar de vuelta. Iba distraída pensando en qué podría hacer un poco más tarde. Quizá me acercaría a la plaza que había y daría una vuelta por allí. De repente, sentí que alguien chocó conmigo.

- Lo siento – me dijo agitado. Por lo que podía ver, había estado corriendo.
- No pasa nada, fui yo que iba distraída – dije metiendo algunas cosas de nuevo en la bolsa pues, éstas, habían caído al suelo.
- Espera, te ayudo.
- No hace falta.
- ¿De verdad crees que podrás llevar todo eso tú sola?
- Claro, no es tanto.
- Llevas comida como para un mes.
- Bueno…
- Anda, que te ayudo.
Sin dejarme responder, cogió las bolsas y continuó caminando a mi lado.
- Podrías dejarme alguna a mí también, eh – dije riendo.
- Claro, toma – dijo sonriendo levemente y tendiéndome tan solo dos bolsas.
- Tampoco me des tantas – dije irónicamente.
- ¿De dónde eres? Aquí no te había visto antes – continuó sonriendo.
- Vivo en Londres, pero nací aquí. Estuve hasta los tres años y, por un traslado laboral de mi padre, nos fuimos para allá.
- Ah, y… ¿viniste de vacaciones?
- Sí – respondí desganada.
- ¿No querías venir? – dijo sorprendido.
- Pues… no. No conozco a nadie aquí, y tengo a todos mis amigos allí. Pero, como mis padres quería venir, no tuve de otra.
- Bueno, estoy seguro de que te lo pasarás muy bien. En serio, una vez que te adaptes, seguro que no te querrás ir.
- No lo creo, pero bueno, todo puede pasar.
- Sí – dijo riendo.

En ese momento llegamos a mi casa.

- Pues, aquí es. Muchas gracias por ayudarme.
- No es nada, no creo que hubieses podido tú sola.
- La verdad, yo tampoco – reímos juntos.
- Bueno, ya nos veremos por aquí.
- Sí – le sonreí – hasta luego.
- Hasta luego.