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viernes, 3 de diciembre de 2010

Capítulo 6

“Quizás estar aquí no sea tan malo. Son todos muy amables, al igual que el chico de esta mañana. El ambiente  que hay aquí, jamás lo había visto en ningún otro lugar. Transmite tanta tranquilidad... puede que todos tengan razón y este lugar termine gustándome”.

En ese instante, sentí a mi padre delante de mí.

-          Ashley, vamos. Ya estamos listos.
-          ¿Iremos en coche? – le pregunté.
-          No, viven aquí al lado.

Salimos y tomamos hacia la izquierda. Hacia allí no había ido aún, y pude ver que había más casas con la misma estructura que la nuestra. Tras pasar cinco de ellas, podía oír algo de música en el interior de la última. Estaba segura de que ya habíamos llegado. Y no fallé, en ese mismo momento mis padres se adentraron en aquella casa. Yo los seguí.
Tocaron el timbre y una mujer, de pelo rizado con un tono rojizo, nos recibió. Su color de piel era algo blanco, y llevaba una camisa beige, conjuntada con una falda marrón oscuro, la cual le hacía juego con sus ojos, y un buen contraste con su piel.

-          ¡Benjamin, Cathy! Cuánto tiempo. ¿Cómo están?
-          Muy bien, Brenda, ¿y tú?
-          Muy bien también – en ese momento se percató de mi - ¿Ashley? ¡Pero bueno, qué grande estás!
-          Hola – saludé tímidamente.
-          ¿Qué tal todo? ¿Los estudios?
-          Muy bien, muy bien…
-          Me alegro. Anda, pasen. Ahora vengo, voy a buscar a Adam y a Madison.
-          ¿Quién es Madison? – le pregunté en voz baja a mi madre cuando Brenda ya se había ido.
-          Es su hija, creo que tiene un año menos que tú.
-          Ah, vale.

Cuando llegó con su marido, no pude evitar fijarme en la que supuse que sería Madison. Tenía el pelo rubio, ojos azules y parecía mayor de catorce años.

-          ¡Hola! – saludé a Adam.
-          ¡Ashley! Qué grande estás… hacía tanto tiempo que no te veía – decía él con asombro.
-          Sí, desde los tres años – dije y todos reímos.
-          Cómo pasa el tiempo – soltó Brenda.
-          Hola, yo soy Madison – me dijo.
-          Yo Ashley – le sonreí.

Nuestros padres se fueron y, nosotras, nos quedamos hablando de muchas cosas. Me contó que en un par de días habría una fiesta y me invitó. Yo no estaba muy segura de lo que haría pero, eso ya lo vería.

-          ¿Te apetece un refresco? – me ofreció.
-          Sí, gracias.
-          Ven, te serviré uno.

Íbamos en busca de un par de refrescos, cuando nos encontramos con dos chicos que, por lo visto, conocía Madison.

-          Hola, Frank – saludó al más bajito de los dos. Tenía el pelo de color negro y ojos verdes, se podía ver a simple vista que estaba en forma.
-          Madison, ¿qué tal?
-          Bien. Mira, ella es una amiga. Ashley, él es Frank; Frank, ella es Ashley.
-          Encantado – dijo él con un tono amable.
-          Igualmente – le respondí.
-          Y él es Dave – terminó de presentar al chico que se encontraba al lado de Frank. Estaba bastante arreglado, por ello no lo había reconocido. Pero me percaté de que era el chico que me había ayudado esa misma mañana.
-          Así que te llamas Dave – le sonreí.
-          Y tú Ashley – hizo el mismo gesto.
-          ¿Se conocían? – preguntaron confusos los otros dos.
-          Sí, bueno, esta mañana me ayudó a llevar unas bolsas a mi casa. Me había pasado comprando y, la verdad es que yo sola no podía – todos reímos.
-          Dave siempre tan amable – dijo su amigo.

Continuamos hablando de todo un poco, hasta que llegaron mis padres avisándome de que ya nos íbamos. Me despedí de todos y regresamos a la casa. Al llegar, subí a mi cuarto para darme una ducha y así relajarme un poco antes de irme a dormir. Cuando terminé, me puse un pijama y me metí en la cama. El día había sido agotador y, en el mismo instante que estaba pensando en todo lo que me había ocurrido, me quedé completamente dormida.


Al sonar mi despertador, a la mañana siguiente, me puse algo de ropa cómoda para salir a dar un paseo y comprar pan para el desayuno. Fui hasta la plaza y me dirigí a la panadería. Hice la cola, hasta que me atendió una señora.

-          ¡Buenos días! – decía muy agradable.
-          Buenos días, ¿me daría dos barras de pan?
-          Sí, en seguida.

Me entregó lo que le había pedido, pagué y volví de camino a casa. Cuando estaba frente a la puerta pude ver, a lo lejos, a Madison acercarse.

-          Buenos días, Ashley – me saludó.
-          Buenos días.
-          Esta tarde iremos al cine, ¿te apuntas?
-          ¿Quién irá?
-          Brad y Brittany, unos amigos que te presentaré esta tarde; Frank, Dave, tú y yo.
-          Vale y, ¿a qué hora nos vemos?
-          Vengo por tu casa a las cinco, ¿te parece?
-          Por mí está bien.
-          Bueno, pues nos vemos luego – dijo mientras iba alejándose.
-          Adiós.

Después de esa conversación con Madison, entré a mi casa y dejé el pan en la cocina. Mi madre acababa de levantarse, y agradeció que hubiese ido yo a comprarlo. Preparamos algo para desayunar y, un poco más tarde, me puse en mi ordenador a chatear un rato con mis amigos de Londres. Les pasé algunas fotos de la casa y de los paisajes que me habían parecido lo más bonitos del pueblo. Me entretuve bastante hablando con ellos y, cuando me di cuenta, ya eran las dos de la tarde. Bajé a la cocina a almorzar, para luego ponerme un rato a ver la tele y hacer tiempo hasta que fuesen las cuatro. Cerré los ojos y, lo siguiente que recuerdo es mirar el reloj y ver la hora. Las cuatro menos cuarto. Decidí subir a mi habitación y empezar a alisarme el pelo. Me maquillé de forma sencilla y me puse un vestido blanco con algo de vuelo a partir de la cintura, unas sandalias del mismo color, y cogí mi bolso. Justamente cuando iba bajando las escaleras, sentí el sonido del timbre. Me despedí de mis padres y fui yo misma a abrir.

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